De porque sís me estoy llenando la boca.
Pero los porque sís cotidianos son los que más (me) cuestan.
Los que cuestan en general.
La práctica y la teoría, ¡oh chimpanzos!, están tan alejadas, por momentos, que cuesta seguir creyendo hasta en uno mismo.
Y, ¡ni hablar!, de ponerse a creer en una teoría aparentemente fundada en caprichos y deseos personales.
Aún en las noches malas, sin embargo, debe haber algún porque sí rondando la cabeza.
Aún, en algún lugar, sigo creyendo en la potencial aplicación de toda la sarta de porque sís que me gusta creerme.
Veré qué consigo.